Durante varias décadas, el vino blanco fue relegado a ser el hermano más pequeño del vino tinto. Básicamente se limitaba al vino blanco a acompañar pescados o mariscos o, si acaso, alguna persona lo podía tomar de aperitivo, antes de degustar un exquisito menú que siempre se acompañaba con el vino tinto.
En cualquier evento o celebración, es muy común tomar una copa de vino tinto con el fin de pasar un rato agradable y disfrutar de su amplia variedad de sabores u olores. También es el acompañante perfecto de las cenas románticas, una copa será suficiente para que la pareja se encuentre relajada, e incluso lista para disfrutar del resto de la noche.