Durante varias décadas, el vino blanco fue relegado a ser el hermano más pequeño del vino tinto. Básicamente se limitaba al vino blanco a acompañar pescados o mariscos o, si acaso, alguna persona lo podía tomar de aperitivo, antes de degustar un exquisito menú que siempre se acompañaba con el vino tinto.
Para nadie es un secreto que España es uno de los países europeos con mayor tradición vinícola. Y sobre esto no existe muestra más evidente que los vinos españoles.